El uso de los fármacos se presenta al momento de dar un tratamiento etiológico, causal o curativo. Se puede combatir la causa de la enfermedad utilizándose en las infecciones y procesos parasitarios; por ejemplo el uso de la izoniacida en el tratamiento de la tuberculosis. Se puede dar un uso patogénico o correctivo, es decir no actúa frente a la causa sino frente al mecanismo patogénico de la misma, por ejemplo: el empleo de la insulina en la diabetes. Para dar un tratamiento profiláctico, protegiendo al organismo para impedir que actúe la causa; así, la vacunación antitetánica previene la aparición de tétanos. El tratamiento supresivo tiene por objeto provocar la desaparición de los trastornos mientras se administra el fármaco, por ejemplo los glucocorticoides en lupus eritematoso. El tratamiento funcional o sintomático alivia los síntomas o las manifestaciones funcionales de la enfermedad, así por ejemplo la disnea es corregida con los opiáceos, el dolor articular es tratado con los salicilatos, etc.